La ciudad de Córdoba cambió su fisonomía de la mano de arquitectos, urbanistas y constructores que dejaron su impronta en la conformación de la Córdoba actual. Lo que sigue es una breve semblanza de algunos de esos hacedores.
Por Esteban Dómina*
Córdoba cumple 441 años. De aquellas 70 manzanas del trazado original, queda muy poco. Durante cuatro siglos y medio, la ciudad cambió su fisonomía de la mano de arquitectos, urbanistas y constructores que dejaron su impronta en la conformación de la Córdoba actual. Lo que sigue es una breve semblanza de algunos de esos hacedores.
Primera hora
De la primera Córdoba, subsisten templos y conventos de distintas órdenes religiosas que otorgan un sello de identidad a la ciudad. Afortunadamente, la mayoría de ellos se hallan en buen estado, como las construcciones de la Manzana Jesuítica, área que, dado su magnificencia, fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. De esa etapa, cabe recordar la obra del marqués de Sobre Monte, gobernador intendente entre 1784 y 1797, quien introdujo servicios de avanzada, como el agua corriente, construyó los primeros puentes sobre la Cañada y el magnífico Paseo que lleva su nombre.
Jaime Roca (1899-1970)
De linaje cordobés –hermano de Deodoro–, se graduó de arquitecto en Michigan (Estados Unidos), en 1923. Fue primer decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Córdoba.
Combinó ingeniosamente las nuevas tendencias arquitectónicas con lo existente, imponiendo su estilo en edificios emblemáticos del centro de la ciudad, en lo que constituye un verdadero corredor donde sobresalen la sede del Jockey Club, en la tradicional esquina de Colón y General Paz; la galería comercial Italia, y el edificio de la Lotería de Córdoba, en la esquina de 27 de Abril y General Paz.
Dirigió la intervención del edificio del colegio Nuestra Señora de Monserrat (1926), dotándolo del aspecto neocolonial que guarda hasta el presente, y la remodelación del camarín de la virgen Nuestra Señora del Rosario del Milagro en la basílica Santo Domingo.
Marina Waisman (1920-1997)
Se graduó de arquitecta en la Universidad de Córdoba en 1945. Fue profesora de la Escuela de Arquitectura –luego facultad–durante más de dos décadas. En 1970, renunció a la comisión municipal que integraba, indignada por la demolición de la casona del pintor Emiliano Gómez Clara, ubicada donde hoy se encuentra la plaza de la Intendencia.
Más tarde, se incorporó a la Facultad de Arquitectura de la Universidad Católica de Córdoba, donde continuó su prolífica obra en favor de la preservación del patrimonio urbano. En 1979, junto a otros destacados profesionales, elaboró el primer inventario de edificaciones emblemáticas.
Investigó y publicó hasta el final; dejó textos memorables relacionados con la arquitectura moderna, entre ellos su libro La arquitectura descentrada (1995), en el que analiza de manera crítica la realidad fragmentada de fines del siglo 20.
Juan Kronfuss (1872-1944)
Nacido en Budapest (Hungría) y formado como arquitecto en Alemania, llegó a la Argentina en 1910. En Buenos Aires, tuvo que ver con la construcción del Hotel de Inmigrantes, símbolo de ese período histórico. Impulsado por su fascinación por la llamada arquitectura neocolonial, en 1915 vino para Córdoba.
En la Dirección de Arquitectura de entonces, diseñó varios hospitales públicos –el Misericordia, entre ellos–, el museo Caraffa y la cárcel de Encausados, y proyectó la remodelación de la Legislatura y la restauración del Cabildo, donde planeaba reponer la torre del reloj, que actualmente se encuentra en el primer edificio.
Sin embargo, se lo recuerda sobre todo por el barrio obrero (foto) de 99 viviendas que concibió en Pueblo San Vicente, una obra de avanzada, de la que lamentablemente queda muy poco.
Carlos Thays (1849-1934)
Fue el excelso paisajista de la nueva Argentina, la que despuntó de la mano del modernismo europeizante y dejó atrás la vieja, de aldeas y desiertos.
Este arquitecto parisino arribó al país en 1889, contratado por el desarrollista cordobés Miguel Crisol, quien le encargó el diseño y ejecución de un parque en la naciente Nueva Córdoba, el gran emprendimiento inmobiliario de la Belle Epoque.
Thays también diseñó parques y jardines de residencias palaciegas, como la de Martín Ferreyra (hoy sede del museo Evita), pero el magnífico parque que concibió -que se llamó Crisol y luego Sarmiento- fue su obra cumbre, la que le abrió las puertas de Buenos Aires y otras ciudades, tanto que en las siguientes dos décadas creó y remodeló casi todos los espacios verdes del país.
Ángel Lo Celso (1900-1974)
Porteño de cuna, cultor del estilo art decó, dejó un importante legado en Córdoba, donde se graduó de ingeniero civil (1923) y de arquitecto (1929). Fue el primer director de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Córdoba y en ese mismo período impulsó la creación de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo.
En el campo profesional, se dedicó más que nada a obras privadas, y dejó su sello en residencias particulares, como las de las familias Feigin y Evangelisti, ambas sobre bulevar Chacabuco, y numerosas casonas en los aledaños de la ciudad.
Aún quedan algunos testimonios de su obra, como la exagencia Ford, en la quinta cuadra de la avenida Humberto Primero, o la llamada Casa Schunk (construida en 1932) de calle Bedoya 875, en el barrio de Alta Córdoba.
Francisco Tamburini (1846-1890)
Oriundo de Italia, arribó al país en 1883, contratado por el entonces presidente Julio Argentino Roca. Participó en la remodelación de la Casa Rosada y del proyecto original del Teatro Colón, entre otras acciones. Pero fue en Córdoba donde desarrolló una vasta labor en un período de grandes transformaciones urbanas que le cambiaron el rostro colonial a la ciudad.
En ese tiempo decimonónico, Tamburini dejó su impronta academicista en edificios emblemáticos de la época, como el Banco de Córdoba, el Teatro Nuevo (luego Rivera Indarte y, más tarde, Libertador General San Martín), el Hospital Nacional de Clínicas y la Cárcel Penitenciaria de barrio San Martín, joyas arquitectónicos que felizmente perduran, en tanto que otras obras suyas, como el mercado Marcos Juárez, ya no existen.
Ubaldo Emiliani (1882-1970)
Nacido en Italia, llegó a Córdoba apenas alumbraba el siglo 20, junto a la ola de inmigrantes de esa época. Proyectista, constructor y calculista, fue un claro exponente de la influencia italiana en la arquitectura de la ciudad. Su primera gran obra -que aún permanece en pie- fue su casa particular, ubicada en calle Neuquén 225, en el corazón del barrio Clínicas.
Después vino una larga serie de obras, algunas subsistentes, como el edificio del Pasaje Central –donde instaló su estudio– y el edificio Carranza o Ninio (9 de Julio 68). Sin olvidar el legendario Hotel Victoria (25 de Mayo 226) y la farmacia Minuzzi, frente a la plaza San Martín, entre muchas otras. Como constructor, levantó la escuela Ortiz de Ocampo, el Mercado Sur y el hotel City.
Y sigue la lista
Varios intendentes contribuyeron en forma positiva al desarrollo urbanístico de la ciudad. Entre otros, Manuel Martín Federico (1951-1954) ensanchó varias avenidas, y Hugo Taboada (1969-1970) removió las plazas General Paz y Vélez Sársfield y creó las primeras áreas peatonales. Más acá en el tiempo, Ramón Bautista Mestre (1983-1991) abrió la avenida Costanera, en tanto que Rubén Martí (1991-1999) construyó los primeros centros de participación comunal (CPC) diseñados por el arquitecto Miguel Ángel Roca. Hubo muchos otros que aportaron lo suyo, pero valgan los ejemplos mencionados como homenaje a todos los hacedores de nuestra Córdoba.
*Concejal de la ciudad de Córdoba, escritor, historiador
FTE: DIARIO LA VOZ DEL INTERIOR (DIARIO DE CÓRDOBA- ARGENTINA).